Innovación y sostenibilidad

Concepto

Si seguimos de cerca las definiciones institucionales de innovación que rigen en España para la delimitación de los programas e iniciativas amparados bajo las políticas de I+D, la innovación sería el conjunto de estrategias diseñadas con el fin de promover el cambio desde el modelo productivo actual hacia otro centrado en la generación y gestión del conocimiento, así como en el desarrollo tecnológico. Podemos observar que, tanto en la definición de creatividad como de innovación, se superponen tres áreas: la que se centra en lo tecnológico, la que propone la búsqueda de un beneficio social y aquella que apuesta por la investigación sobre nuevos métodos de gestión del conocimiento.

Innovación y sostenibilidad, en el caso de las nuevas formas de lectura, son conceptos muy ligados a la dinámica empresarial y vienen a ser, según Schumpeter (1935), el núcleo duro de toda la actividad económica. Como destaca la formulación de E. Morin (1991), estamos ante una cultura sumamente compleja y falsamente atomizada en dicotomías –ciencias frente a letras– o parcelas del saber; por ello precisamente hacen falta síntesis capaces de integrar tecnología y humanismo, por citar dos polos, y por ello mismo la lectura adquiere un papel destacado como «escuela de vida y escuela de complejidad». Las ideas de Schumpeter desde una perspectiva económica vienen a subrayar la paradoja de las fluctuaciones o ciclos económicos, que por otro lado llevan a crisis al parecer necesarias o consustanciales al propio capitalismo. Por todo ello, deconstruir la lectura es una necesidad perentoria, en un momento en que los viejos paradigmas y valores ya están en crisis y necesitamos repensar y desmitificar las prácticas y teorías implícitas en torno a la alfabetización.

 

Análisis

Frente a la supuesta superioridad de una cultura académica, que concebía la lectura como un saber de élite alimentado por unos valores, un canon y una praxis educativa predeterminada, asistimos a prácticas emergentes y atomizadas. En plena era de la «modernidad líquida» (Baumann, 2004), estos valores, si no están disueltos, sí están licuados en alguna medida y se enfrentan a grandes turbulencias, por así decir, tanto internas como externas; o sea, a la propia dinámica evolutiva de la cultura se ha añadido el peso de la crisis económica, social o ambiental de la actualidad.

Las teorías de Schumpeter

Lo cierto es que la sociedad, la cultura y los factores económicos o materiales siempre subyacen a cualquier sistema semiótico, ya se trate de la moda, la fotografía o la literatura. A este respecto, Schumpeter había subrayado e interrelacionado conceptos esenciales como emprendedor, innovación o inversión. Así, parece que toda innovación debe resguardarse de algún modo mediante sistemas tales como la propiedad intelectual, lo cual se traduce en nuestro campo por un arduo debate entre los derechos de la creación colectiva y los derechos de la propiedad intelectual individualmente considerada. De hecho, para nuestro autor, ni el innovador más afortunado puede aspirar a imponer una ganancia monopolística de su producto, pues el sistema produce no solo innovaciones, sino también nuevos modelos de gestión. De hecho, el concepto de «escritura alógrafa» (A. Besson) se asienta sobre una realidad artística, el hecho de que un universo de ficción puede ser (re)creado por más de un autor, pero también sobre el otro hecho industrial de que una creación de éxito pueda ser (re)creada por «hordas» de (sub)creadores, tal como ha ocurrido con los superhéroes marvelianos.

Según Schumpeter, la innovación no sería sino la forma normal de evolución de los ciclos irregulares del capitalismo, algo así como la muda de piel que es necesaria para seguir funcionando. Claro que para la innovación son sustanciales el emprendedor y la inversión, el crédito. Esto pone el énfasis sobre dos aspectos no siempre realzados: la formación del mediador como lo que es, un trabajador cualificado, y la financiación de las empresas o emprendimientos culturales, lo cual cuestiona de algún modo algunas de las presuposiciones del emprendimiento social entendido como ONG, asociaciones culturales altruistas, etc., a saber, que una actividad emprendedora se puede entender o sostener al margen de los retornos, impactos o beneficios que sea capaz de generar. El discurso de Schumpeter es demoledor en este punto: todo lo que no tenga impacto comunitario efectivo no debe ser considerado innovación. Para él, emprendedor e inversión son dos polos del mismo hecho, algo así como el trabajador y sus medios de producción.

No es extraño que en el caso de las estrategias de innovación en el campo de la lectura hayan sido las iniciativas conectadas con los nuevos soportes electrónicos (lectores electrónicos, lectura en la nube...) las que han acaparado la atención. El fomento de nuevas tecnologías de la información y la comunicación, así como la apuesta por la creación de parques científicos en colaboración con las grandes universidades españolas, han favorecido tanto la investigación como el emprendimiento en este sector emergente. Pero, más allá de la definición schumpeteriana de innovación –o la que nos muestra Castells con la idea de cadena de valor: «la innovación es el proceso por el que el desarrollo de la productividad se añade al valor del producto»–, desde el ámbito de la gestión cultural ya se están dejando oír voces críticas acerca de la necesidad de una definición más humanizadora y que apueste por el acercamiento a los usuarios de dicha innovación.

 

Implicaciones

Del darwinismo social a la creación de culturas alternativas

La descripción de Schumpeter sobre cómo funcionan los ciclos de producción esconde en realidad una especie de darwinismo de los procesos sociales y culturales en juego: los nuevos productos que son más ventajosos compiten con los productos antiguos, y los barren o transforman, y eso es lo que ha venido ocurriendo en la desigual lid entre la lectura convencional sobre libros y los nuevos soportes y prácticas mediáticas. A la mutación industrial le ha seguido una especie de proceso de destrucción creadora: los llamados nativos digitales ya no necesitan de artefactos de papel; la cultura impresa, los libros, periódicos, revistas, pasan a ocupar un lugar excéntrico, no desaparecen, claro, sino que se adaptan, se recombinan. Esta recombinación puede ser espontánea o inducida, cuando es el mediador el que, de forma inteligente, es capaz de inducir itinerarios de lectura que no solo alternen, sino que sepan hacer interaccionar ambos mundos, el mundo analógico y el digital, el papel y la pantalla.

Tampoco basta con que haya una innovación sentida como un bien en el ámbito privado, como es la fan fiction, o una contestación popular o académica a las prácticas comerciales vigentes; al contrario, para que haya innovación tiene que haber un impacto social, reconocible, y eso se mide porque dicha innovación genere un hueco en el mercado, esto es, en la prestación de servicios y bienes. Desde este punto de vista, las prácticas de lectura y escritura más avanzadas tienen que ser, aparte de buenas, coherentes o moralmente comprometidas (con la inclusión cultural, por ejemplo), sostenibles ante todo, es decir, sustentables por sí mismas, a no ser que pensemos en una cultura dirigida y paternalista que subsidia productos y servicios obsoletos. Porque si algo no tiene impacto en el mercado (que para este autor es cuasi equivalente a sociedad), es que no es innovación. Y es el emprendedor quien tiene la alta misión de llevarla a la práctica, de hacerla real, modificando para ello los hábitos y preconcepciones anteriores. Es un conflicto que supone el indicio de la crisis y del reequilibrio subsiguiente, como al fin y al cabo ocurre con los cambios educativos: hoy ya ningún profesor impone una metodología tan estricta como los comentarios de texto o el análisis gramatical, y eso no es una simple elección académica, responde también a nuevas realidades a las que el sistema es sensible.

En todo caso, impacto debe entenderse como acumulación de beneficios, pero esto no se refiere solo a lo que sería un montante dinerario: beneficios son también potenciar la imagen de marca, los intangibles de la empresa, todo lo que prestigia un producto o servicio.

Otro punto interesante del legado de Schumpeter es la distinción entre estrategias de innovación: Mark I y Mark II, que diferenciaría los ámbitos más estructurados de empresas de las iniciativas mucho más caóticas de innovadores eventuales, mucho más sujetos a la aleatoriedad. Esta segunda es la innovación que se está potenciando por parte de emprendedores que concurren al mercado, por ejemplo, con empresas culturales de ámbito reducido (editoriales, revistas, pymes con servicios diversos). El otro modelo está representado por los grandes grupos o concentraciones de capital, con estructuras empresariales muy fuertes. Es un hecho que la innovación más fresca se asocia habitualmente a pequeñas empresas o grupos diseminados que surgen de forma más rizomática. Todas estas categorías socieconómicas son de una dureza extraordinaria aplicadas sin más a la gestión cultural, pero no olvidemos que para Schumpeter la innovación es el motor de desarrollo de la economía y, por tanto, de la cultura. Su pragmatismo es evidente al detenerse solo en los procesos emergentes que impactan en el mercado, con independencia de que sean buenos o malos; en esa medida recuerda la formulación del filósofo del lenguaje Austin con relación a que los actos verbales no son correctos o incorrectos, sino felices o infelices.

A este criterio hay que superponerle otro que han puesto en valor los Nuevos estudios de literacidad: prácticas visibles/invisibles, dominantes/vernáculas. El mercado visibiliza al máximo los mejores productos y servicios –de eso se trata en las ferias del libro y otros eventos–, pero dentro de la lógica de las crisis periódicas e irregulares sucede también que ciertas prácticas invisibles o marginales llegan a acceder al mercado y adquieren su masa crítica hasta desbancar a otras, como ha ido ocurriendo en la historia del cómic o de las literaturas marginales (por ejemplo, novela de aventuras, ciencia ficción, género policíaco o fantástico), que se han ganado públicos al margen de su consideración académica o de la oferta inicial.

Entre los debates más interesantes en el campo de la innovación cultural y lectora se encuentran los relativos a: a) Generación de contenidos participativos: libros cocreados, incorporación de la conversación autor-lector al contenido textual final. b) Accesibilidad de los textos a otros lenguajes o colectivos: libros para personas con autismo. c) Creaciones públicas y libres. d) Interconexión en redes, sin centros ni periferias. e) Nuevas estrategias para la promoción del libro y fomento de la lectura: uso de la red social.

 

Entre las grandes cuestiones pendientes se sitúa la reflexión sobre los conceptos de autoría y derechos de autor, que tanto en formato papel como en la edición digital con la gestión de los DRM (derechos digitales) están propulsando nuevas estrategias en la accesibilidad al conocimiento.

Si hablamos de innovación en el ámbito de la lectura, no podemos pasar por alto el esfuerzo del Lectura Lab (http://www.lecturalab.org/) de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, tanto en la investigación de nuevos modelos lectores como en la promoción y difusión de las herramientas tecnológicas que proponen nuevos modos de leer. Pero, sin duda, es en el campo educativo, y en concreto en la mejora de la comprensión lectora, donde las estrategias de innovación están teniendo un mayor desarrollo y una ingente creatividad. Reseñamos, por ejemplo, las propuestas del Centro de Innovación Urkide, Vitoria (http://ciurkide.org/líneas-de-trabajo/11-mejora-de-losprocesos-de-la-lectura/) en el campo de la lectura rápida o las múltiples experiencias de los blogs escolares, gestionados por estudiantes o como herramientas para la biblioteca escolar. O este ejemplo gallego muy premiado: http://arslegendi-abania.blogspot.com.es/.

 

 

Referencias

 

Castells, M. (2009), «Creatividad, innovación y cultura digital. Un mapa de sus interacciones », Revista TELOS.

Csikszentmihalyi, M. (1998), Creatividad, Barcelona: Paidós. Goleman, D. (2000), El espíritu creativo, Buenos Aires: Ediciones B.

Martos García, A. (2012), «Repensar las iniciativas emprendedoras en lectura y escritura: hacia un modelo sostenible», Nuances: estudos sobre Educação, 2118 06.

Martos García, A. E. (2012), «El método de la Historia de las formas», Tejuelo, n.º 13, pp. 48-69.

Montañés Serrano, M., Rodríguez-Villasante, T. y Martín Gutiérrez, P. (2001)Prácticas locales de creatividad social, Madrid: El Viejo Topo.

Osterwalder, A. y Pigneur, Y. (2011), Generación de modelos de negocio, Barcelona: Deusto.

Schumpeter, J. (1935), Análisis del cambio económico, en Haberler, G. (comp.), Ensayos sobre el Ciclo Económico, pp. 17-35, México: Fondo de Cultura Económica, 2.ª ed. 1956

Fecha de ultima modificación: 2014-03-04